domingo, 19 de junio de 2011

Arte y censura







Si es que el dios délfico del que habla Nietzsche en El Nacimiento de la Tragedia interpretara nuestro futuro artístico, no podría negar que está destinado al fracaso. Y no por causa de los artistas, aunque existan falsos críticos, demonios menores a quienes les gusta proferir falta de originalidad e incluso falta de creatividad y de imaginación. Pero no es así, lo que tiene puesto en tela de juicio al objeto artístico desde siempre y que lejos de haberlo superado se encuentra más arraigado en nuestra concepción del mundo, se llama “censura” y ella, se la debemos en muchas ocasiones a las autoridades.


La censura en sus múltiples acepciones se encuentra definida como “Nota, corrección o reprobación de algo” o “Murmuración, detracción”, y para terminar, detraer significa “infamar, denigrar la honra ajena en la conversación o por escrito”; sin embrago, en términos comunes no es otra cosa que la coerción ejercida por unos cuantos (o de uno, si es que ese uno es lo suficientemente poderoso) frente a la libertad de expresión de otro individuo.

Pensar que la censura forma parte del pasado es creer en fantasías. A pesar de los grandes logros en materia de tecnología y comunicación, de las especulaciones en torno a la bolsa, de la creación de las tourist cities y de las cuotas del segundo piso del periférico; lo cierto es que en materia de censura estamos estancados, lo cual resulta anacrónico, pero verídico. Un ejemplo contundente ocurrió durante la década pasada, en la ciudad de Moscú, pues se vivió uno de los actos más intransigentes y coercitivos con respecto al arte. La llamada colección “Arte prohibido-2006” fue retirada del Museo y Centro Social Sájarov. La exposición comunitaria cuyo responsable fuera el director del departamento de Tendencias Novísimas de la galería Estatal Tretiakóvskaya, Andréi Yeroféyev, fue blanco de acusaciones que llevaban el nombre de “sacrílego” e “inmoral”. Los artistas exponían obras que contraponían elementos religiosos a elementos consumistas.

“Cristo McDonalds”

Tanto el curador como el director del museo donde la exposición fue montada, se enfrentaron a un proceso judicial, del cual resultaron culpables del cargo de perpetrar actos destinados a instigar al odio interétnico y religiosos, y los obligaron a pagar multas superiores a los 150.000 euros.

Alarmante, sí, sobre todo después de “El desayuno en el campo” de Eduard Manét y de la “Fuente” de Duchamp, anacrónico, por supuesto, sobre todo después de los movimientos de Vanguardia y sin embargo, Rusia no es el único lugar donde se censura no al artista, sino al objeto, como si éste fuera capaz de eso que llamamos “intención”. Tal fue el caso de la obra “Dibujando con rosarios” de la artista brasileira Marcia X, sus pinturas se exponían en los distintos centros culturales del Banco de Brasil, de donde fue retirada según los directivos no por un acto de censura, sino por una "decisión corporativa". Vamos, qué es lo que tienen qué ver instituciones y corporativos, agencias especializadas e instituciones religiosas, jefes de estado y secretarios de la educación pública con un grupo de artistas que exponen, que en el sentido estricto de la palabra significa “presentar algo para que sea visto, ponerlo de manifiesto”. Eso es exponer, que si el arte tiene intención, sí, claro, y que si esa intención pone el dedo en la llaga de tus creencias religiosas, políticas y personales, sean cualesquiera que sean, apela a la tolerancia. Es válido no estar de acuerdo, es incluso hasta sano, discutir y enemistarse con ese alter que desaprueba mis conceptos, porque muchas veces de la discusión aflora la verdad, y si no aflora, por lo menos la apertura mental hace bien. Pero no es justo encarcelar artistas o cobrar multas sólo por el descontento que surge en las entrañas del otro (porque no creo que nazcan de la mente). Si bien el gobierno debe velar por el “bien común” y sacrificar las propuestas de unos pocos por el bienestar del pueblo y de las masas; eso jamás significa que el artista deba ser objeto de escarnio por grupos intolerantes a los cuales el gobierno les tema, o peor aún, que el gobierno mismo forme parte de ellos.

Comúnmente es sobre sexo y religión que surge el escándalo, la radio y la televisión pueden exponer lo que gusten, total, están bajo el cobijo de la bien llamada comunicación masiva, la internet también, y hasta nos gusta que los contenidos estén tan al alcance de la mano. Pero que no sea el arte, porque entonces se presupone que ya contiene en sí una carga gigante de anarquía y de revolución, la palabra arte para el gobierno y quizá más para el nuestro, es alarmante, porque al igual que el 80% de la población es ignorante y poco educado y creen que arte es sinónimo de gente que piensa (eso es cierto) y por lo tanto de problemas. En fin, esperemos que la SEP no despoje a los alumnos de quinto grado de los libros de corridos que se distribuyen en las bibliotecas de aula donde existen algunos acerca de El Chapo y del Señor de los cielos. Hombre, de cualquier forma en estos tiempos ya todos los niños quieres ser sicarios, y de eso, no tiene la culpa el arte.

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